Todas las noches escuche el grito de los ciervos axis. Pueden ser simpáticos pero se trata de fauna introducida, proveniente de Asia, que está presente en toda la región y que llegó a Sudamérica para poblar los cotos de caza en el siglo XIX. En Uruguay también está bastante extendido. Se trata de uno de los platos principales del tigre de bengala en su región de origen mientras que, en Entre Ríos, sobre la ruta 14 se comercia su carne en forma de salame. Cuando una especie exótica que viaja con el ser humano encuentra condiciones apropiadas para sostenerse y multiplicarse, comienza a desplazar a las nativas de su nicho y a predar sobre un ambiente que no está preparado para sustentarlo. El problema de las especies invasoras, animales y vegetales, es complejo y uno de los causantes del deterioro de los ecosistemas. Quería tomarles una foto pero, en la oscuridad del mollar, me resultó imposible, aun estando a pocos metros. Sin embargo sí grabé sus sonidos.
A la mañana siguiente volví para intentar con la cámara nuevamente y, aunque no tuve suerte con los Axis, me encontré con un antiguo habitante de la zona, para nada menos interesante.El Cururú es un enorme sapo venenoso, aunque completamente inofensivo, nativo de la región. Se distribuye desde el nordeste de Brasil al norte del Uruguay y, si bien no hay datos concretos sobre su actual estado de conservación, se lo considera amenazado de extinción por pérdida de habitat. En cuanto se percató de mi presencia, se hinchó como suelen hacerlo los de su especie como mecanismo de defensa, a fin de disuadirme de un posible ataque. Como no me gusta molestar a los bichos, le saqué la foto y lo dejé en paz.
Siendo que había planeado hacer todas las caminatas posibles antes de abandonar el palmar, me dispuse a concretar las más largas desde temprano ya que, entre ida y vuelta, quizás alcanzara los 20km de recorrido total. Durante el camino empecé a divisar especies propias del pastizal sudamericano, algunas de las cuales aprendí a observar en mi casa en Santa Lucía y con las que comparto la poca importancia que le dan a las fronteras políticas para sentirse en casa.


Pensaba encontrar, más tarde o más temprano, a la viudita ( o monjita ) gris que creía haber visto desde la moto el primer día y, en un arranque de ansiedad, le tomé una foto a una calandria, pensando que por fin daba con ella. – Capaz que me las confundí también cuando llegué, fue mi pensamiento inmediato, pero al rato pude desmentirme. Sí, habitan el parque. Sólo tenía que caminar y observar mejor.

Mientras admiraba la sorprendente extensión de palmeras yatay, remanente de un palmar mayor que existió, pensé que, probablemente, entre sus hojas pasaban el día algunos de los murciélagos de los que sobrevuelan el camping a la noche. Mamíferos alados sobre las palmeras bajo la luz del sol no pude ver, pero sí aves diversas que comparten con nosotros la vida diurna.



Dentro del palmar-pastizal existen bajos inundables donde se forman espejos de agua que muchos animales utilizan para abrevar y para alimentarse. Entre otras funciones que cumplen son marco de hermosas expresiones de flora palustre aprovechada por diversos insectos.


Se puede acceder a dos afluentes del río Uruguay, el arroyo los Loros y el arroyo Palmar. El segundo bordeado de selva en galería en buena parte de su recorrido. Esta selva o monte se trata de una extensión empobrecida de la selva misionera o paranaénse y es hogar de mamíferos como el aguará popé y el lobito de río, entre otros.
En la caminata del cuarto día se hizo la noche cuando estaba a, por lo menos, una hora de la carpa. Por fortuna pasaba por el camino una de las camionetas que utilizan los funcionarios del parque así que solo tuve que estirar el pulgar para conseguir un viaje de regreso sumado a la siempre amable conversación de estos muchachos entrerrianos. Son conocedores profundos del palmar y me contaron sobre muchos animales que no avisté pero que sin duda habitan la zona. También sobre el trabajo que los guardaparques tienen patrullando para evitar el furtivismo. Durante la mañana del quinto día y ya decido a seguir viaje con horas de sol, volví a bajar al arroyo Los Loros para intentar tomar una foto de los lobitos de río que abundan en sus aguas. Lo sé porque los vi y fundamentalmente porque el potente olor de sus deshechos es inconfundible y lo utilizan como una forma de comunicación con la que limitan sus territorios. No fue la primera vez que me acalambré y me dejé picar por los mosquitos para capturar una imagen de estos mustélidos perfectamente adaptados a bucear en el agua dulce, ni en el primer curso de agua en que lo intenté sin conseguirlo. – No pasa nada lobitos. Soy cabeza dura y seguiré tratando.
Terminaba mi estadía en Entre Ríos y mientras desarmaba el campamento y volvía a atar todo en la nave, como quien ensilla o prende a una yegua mansa y caminadora, aplicando una máxima que rara vez tomo en cuenta y que reza «donde fueres haz lo que vieres«, me encomendé al milagroso poder del Gauchito Gil porque mi siguiente destino estaba en el corazón de los Esteros del Iberá y eso es tierra correntina o Taragüí Tetãmini.
Qué alegría recibir un nuevo blog, lo estaba esperando para seguir el camino
Muy bueno y disfrutable. Adelante!!!!
Impecable relato! Disfrutable de principio a fin. Gracias!
Me gusta el relato vas viendo lo que vos ves en cada palabra
Es tal cual parece que lo vivimos contigo…continuemos..
Las Vizcachas me hicieron reír..simpáticas!!