Los anteriores habitantes del actual territorio del Uruguay fueron deliberadamente exterminados como pueblos, en un afán civilizatorio propio de la identidad nacional que se intentaba forjar dentro del novel estado. Una civilización netamente occidental, entiéndase por esto eurocéntrica y cristiana, no podía tolerar, de manera alguna, la convivencia con aquellas formas de vida salvajes e inútiles o dañinas desde el punto de vista de la productividad. Nótese que esa visión del mundo, en su deseo de expansión, ya se había encargado de aculturar antiguos pueblos del viejo continente y de desmontar buena parte del bosque primario europeo, en siglos anteriores.
Intentando no caer en el mito del buen salvaje, me pregunto qué se podía esperar que sucediera con los montes, cursos de agua, flora y fauna de este diverso y verde rincón del sur de América, en manos de aquellos que no dudaron en avasallar o aniquilar a sus iguales.
Corrieron los años, así como la sangre, y el Uruguay moderno y victorioso, ya secularizado, se afirmaba en el siglo XX. Se abrieron canales, se embalsaron ríos, se construyeron fábricas y chimeneas, se vertieron residuos en el agua y en la tierra y, paulatinamente, se comenzó a industrializar también la actividad rural.
Mientras tanto el Santa Lucía seguía fluyendo desde su naciente en las sierras de Minas, hacia el Río de la Plata, recorriendo sus casi 250km como un testigo mudo de todos aquellos procesos que, se suponía, debían traer felicidad.

En el siglo XXI, en el cual las personas adoran a los bienes de consumo, y los estados a las corporaciones transnacionales y al capital financiero, llamar al Santa, o a cualquier otro, «río sagrado», a muchos puede sonarle a hipismo, chamanismo postmoderno, o a que me pasé de rosca con alguna sustancia visionaria. Bueno, lejos de mí las tres cosas. En todo caso, no es menos místico referirse a la existencia, o al nacimiento, como «el milagro de la vida» y suena mucho más aceptable por todos.
Lo tangible es que para vivir necesitamos, fundamentalmente, agua limpia, aire limpio y alimento. Los dos primeros nos los aportan el río y su monte directamente, y el tercero, en cierta medida, también. Viéndolo de esta forma, ya empieza a sonar menos descabellado que el río sea y represente una entidad, con estatus sacro, que permite nuestra vida y la de una gran diversidad de seres. Algunos de aquellos pueblos que el Uruguay se empeñó en exterminar, lo percibían de manera similar.
Le tocó en suerte al Santa Lucía, ser el mayor río del sur del país y en su cuenca se construyeron varios centros urbanos. Minas sobre el arroyo San Francisco, Florida sobre el Santa Lucía Chico, San Jose de Mayo sobre el San José, Canelones sobre el Canelón Chico, Tala sobre el arroyo homónimo, Las Piedras y La Paz sobre el arroyo Las Piedras, Santa Lucía, San Ramón, Santiago Vázquez y la Ciudad del Plata entre otros sobre el Santa Lucía propiamente dicho, para nombrar los más grandes. La cuenca no sólo abastece de agua a estos pueblos y ciudades, sino que Montevideo, y el resto de su área metropolitana, recibe entubada la que se obtiene en la usina de bombeo y filtrado de Aguas Corrientes, que se ubica sobre el río, próxima a la desembocadura del Canelón Grande.

Un día cualquiera, Juan Pérez se dispuso a aprontar el mate en un barrio de la capital. – ¿Y ésto qué es? se preguntó al ver ese líquido que salía de la canilla y que no cumplía con las tres características, que nos enseñaron en la escuela, que definen al agua. ¡Que alboroto que se armó!. Parece ser que si la contaminación no influye perceptiblemente en la vida cotidiana de la ciudadanía, se trata de un asunto de esos locos ecologistas tipo greenpeace o algo de eso, siempre preocupados por el panda gigante y la ballena azul. De la misma manera, da la sensación de que respetar el entorno tiene que ver con que la plaza o la vereda estén limpias y que la basura vaya a acumularse a usinas y cañadas bien lejos de los ojos y narices de los buenos vecinos. Gracias a -inserte aquí lo que ud venera-, también hay personas pensando y haciendo las cosas de maneras diferentes como, entre otras, la Asamblea por el Agua del Río Santa Lucía. Estoy seguro de que hay individuos involucrados haciendo algo más que clickear me gusta en redes sociales y que tienen un compromiso profundo con los humedales del río, al que sienten que pertenecen.

¿Y cuáles fueron los factores que pusieron a prueba la capacidad de sostener la vida entorno a tan poderosa fuente de recursos y servicios? Ud en este momento está mirando la pantalla de un dispositivo conectado a internet. Haga la prueba de teclear en su motor de búsqueda «contaminación río santa lucía uruguay» o haga click aquí. Le adelanto que el deterioro en la calidad del agua y sus repercusiones tienen que ver con los residuos del paquete tecnológico del cultivo de granos, principalmente soja geneticamente modificada, entre los que están los herbicidas, insecticidas y fungicidas, también los fertilizantes químicos, el arrastre de las capas superficiales del suelo lavadas por la lluvia luego de sucesivas aradas, los efluentes de tambo y de otras industrias con muy poco procesamiento o con ninguno, los residuos urbanos, etc. La perdida del monte ribereño por tala, desmonte e introducción de especies exóticas, compromete, todavía más, la situación.
¿Por qué para mí, un individuo nacido en plena planta urbana de la capital, el río es sagrado? Hasta el día de hoy, una cuarta parte de mi vida la pasé en el humedal, viviendo en la orilla de una pequeña cañada, tributaria del Santa Lucía y a escasos 3km del cauce del río. Allí aprendí a observar de una manera nueva y diferente a los seres de ese ecosistema. A diferenciar algunos, a agudizar la percepción. Cuando me sentí agotado o angustiado fui en bici o caminando al río a sumergirme en él y me alivié. Lo vi salirse de madre y anegar la tierra en la inundación y reducirse significativamente en la seca. Dormí a la sombra de los sauces en mediodías rabiosos de enero y sentí un frío insoportable en las heladas de julio. Desfragmenté en mi cabeza el mapa y empecé a encontrar las conexiones. En mi cosmovisión, el río es noble. No le interesa de donde vine, ni si buena parte de la población desciende de inmigrantes de tierras lejanas. Para el río somos la misma sustancia y no duda en ofrecernos desinteresadamente su riqueza. Me siento a gusto con él y siento que es dulce conmigo. Cada vez que lo visito tiene algo nuevo para mostrarme y renuevo mi asombro. Le estoy muy agradecido por tanto.

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La foto de cabecera es un ensanche del río, llamado laguna de los cuervos, al pie del cerro del mismo nombre, en el departamente de Lavalleja. Todas las fotos, salvo la primera y la última hasta aquí que son de diciembre 2015, fueron tomadas en este invierno (2016). En primavera explota de vida. Las siguientes son mucho más viejas.
Gracias por tu mensaje, que nos hace meditar sobre ese maravilloso regalo de la naturaleza.
Felicitaciones y adelante
Gracias a ti, por todo.
Muy buena esta información. La comparto con otras compañeras.Muy util
Gracias por tomarte el tiempo de leer y por el comentario.
Hermoso trabajo !.
Este es el verdadero Uruguay Natural…aunque en la cuenca sólo reste el 7%.
Agrego el link a su trabajo «¿QUÉ SABEMOS DE LAS POTENCIALES AMENAZAS A LA BIODIVERSIDAD EN LA CUENCA DEL RÍO SANTA LUCÍA EN URUGUAY?. UNA REVISIÓN SOBRE LOS ANFIBIOS» publicado por el Museo Nacional de Historia Natural.
Gracias!!!!
En el siguiente link hay registros muy interesantes de aves en la localidad de Margat, ubicada entre las ciudades de Santa Lucía y Canelones y que actualmente forma parte del incipiente Sistema Departamental de Áreas Protegidas (SDAP) con el nombre de Área Protegida Francois Margat.